jueves, 2 de septiembre de 2010

En la Playa





Estábamos en silencio. No podía dejar de observarlo, tan bello, tan majestuoso. Sentía sus caricias, un poco frías por la distancia, pero aún así entibiando mi piel. La música de las olas rompiendo a pocos pasos marcaban el tiempo que iba pasando. 


En aquellos momentos mi corazón latía a prisa, sabía que se marcharía, como cada tarde, aunque también sabía que lo volvería a ver y sentir así de tibio y lleno de energía, tal como siempre, desde que le había conocido. 


Quería ir con él, abrazarle con fuerzas y pedirle que me llevara, quería ver lo mismo que él, llegar a todo el mundo, como él, pero seguramente la que terminaría abrasada, sería yo. 


- Te amo, ¡te amo! 


Le grité el silencio mil veces, mientras sentía sus brazos alejarse de mi. Mis ojos se llenaban de lágrimas, nunca iba a poder acostumbrarme a este sentimiento. 


- ¡TE AMO! ¡Quiero ir donde estés tú! 


Se iba perdiendo de vista y yo comenzaba a temblar ya. La brisa marina de invierno me calaba los huesos, como si estuviera sumergida en ese mar frío y apacible, e indiferente a mis lágrimas. Me rendí nuevamente, como cada día. 


- Diles que los amo también, que no sé dónde estaría sin ellos... diles que aunque no sepan de mi, tienen en mi corazón un espacio enorme, entrégale mis sentimientos, a todos, sé bueno. 


Bajé la cámara fotográfica y comencé a caminar a través de la arena. Ya solo podía distinguir las tenues siluetas de mi familia correteando, riendo y explorando la playa casi desierta. Había logrado capturar en video los útimos segundos del sol de ese día, aquel que ahora iba rumbo a la tierra del Sol Naciente. 

2 comentarios:

Tabi dijo...

Me gustó, lindo relato, bien estructurado :)

----- dijo...

oh! muchas gracias Tabi por tu comentario! n_n tarde, pero lo vi ^^