viernes, 30 de julio de 2010

Hablemos de Religión (primera parte)

El otro día mi madre encendió la radio y se puso a escuchar una de esas evangélicas. A mi no me gustan, pero al cabo de un rato, cuanto estás muy aburrido y si ciertas cosas te dan curiosidad, terminas por ponerle atención.

Aún así, "me hice la hueona", como se diría por acá, y tiré tallas de todo tipo, como transgiversando frases o fingiendo que no la escuchaba realmente.

En una de estas mi madre me preguntó que por qué odiaba tanto "Las cosas del Señor". A decir verdad, no me sorprendió que me lo preguntase, pero como no quise comenzar una discusión, simplemente le dije que no las odiaba y que ella estaba loca.

Bah, sé que no esforma de contestar una pregunta, menos de ese tipo, pero cuando se trata de conversar con mis padres, ciertamente es imposible, ya que nunca escuchan e intentan imponer sus ideas antes de que termines de decir lo que opinas.

Claro, con esa respuesta, logré saltarme hablar del tema olímpicamente y quedé satisfecha... por el momento.

Me he preguntado desde hace bastante rato qué me hizo ser así, pensar de manera diferente a toda mi familia (desde mi abuela, hasta mis hermanas chicas, todos van a la iglesia). Fue así como recordé un hecho de cuando yo cumplí trece años.



Diciembre del 2001:

Ese día fuimos a la iglesia, como todos los domingos desde que era pequeña. Íbamos tarde, para variar, pero teníamos que ir. Habían pasado dos días desde mi cumpleaños, pero necesitaba estar ungida por el pastor de la iglesia.

Me daba vergüenza. El tan solo imaginarme pasar delante con toda aquella gente desconocida mirando, que me cantaran cumpleaños feliz y que luego el pastor hiciera eso de ponerme las manos en la cabeza y gritar hasta poerse rojo frente a mi cara...

Me puse mañosa, rebelde, no quería pasar al frente por nada del mundo. Mi mamá me apretó el brazo con fuerza, aguantándose el golpearme para que obedeciese, me dolía mucho.

Al final me rendí y pasé. El pastor, me apretó las sienes y comenzó a hacer su oración. Estaba aterrada, su cara estaba roja, transpirada, gritaba apretando los ojos diciendo palabras que no comprendia en ese entonces.

Se supone que con aquella "unción", yo debiera caer rendida al suelo, embriagada del Espíritu de Cristo, pero no sucedió. Seuía apretando mis cienes con más fuerzas, me hacía doler la cabeza, pero como no caí, se rindió. Pidió que cantaran el cumpleaños feliz y me fui a sentar.

Me regañaron. Mis padres se habían enfadado conmigo por ponerme rebelde en un comienzo.

Al terminar el culto, el pastor se para junto a la puerta y se despide de cada una de sus ovejas. Yo iba agarrada de la chaqueta de mi papá. Era tan vergonzosa que me escondía a sus espaldas para que la gente no me viese y me agarrase a besos y abrazos.

En esas, le tocó salir. El pastor lo abrazó y le dedicó unas "cálidas" palabras de aliento, seguramente ignorando que yo estaba tras ellos escuchando:

- Tu hija está perdida. Es un árbol chueco, y nunca se va a enderezar.

Eso pude comprenderlo a la perfección, no necesitaba que nadie me hiciese un gráfico para saber que el mismo pastor de la iglesia en la que yo había nacido y sido presentada a Dios, me estaba prácticamente condenando.

¿Qué puede pensar una niña de trece años al respecto? No quise nunca más volver a aquella iglesia. Le tomé un rencor a cada pastor de cada iglesia. Me tapaba los oídos o hacía el tonto cada que me obligaban a asistir los cultos.

Crecí, crecí. Me fui haciendo mis propias ideas, saqué información de muchas partes. Me cuestioné todo y quedé en la nada.

Años después, luego de analizar varias religiones, me di cuenta de que mi pensamiento era como el de la Nueva Era. No, no es una secta, como yo lo creí antes, y como sé que muchos hacen.

La Nueva Era es un movimiento anónimo, silencioso. Quien es de ella, por lo general no lo sabe. Esta "doctrina" toma un poco de cada credo y lo adapta para si, lo acepta y lo practica. Así como puedo intentar obtener la paz interior del Budismo, puedo también creer que Jesús vino a limpiar los pecados del hombre.

Llegué a estas conclusiones porque soy muy buena lectora, cuando estaba en tercero básico, leía los libros que tocaban en el octavo nivel, a voluntad.

En esa misma época, como a los trece, me topé en la biblioteca un libro que titulaba "Ami, el niño de las estrellas". por aquel tiempo me interesaban las vidas extraterrestres y cosas por el estilo. Rayaba con los planetas, las galaxias. Conocía la masa, densidad, kilómetros y composición de cada cuerpo del Sistema Solar, por dar una idea.

Me aventuré a leer aquel libro, luego seguí con "Ami Regresa", también leí el "Ami y Perlita" que era el que encabezaba la saga, pero yo no lo sabía. Leí "Maravilla" también. Todos aquellos libros son del mismo autor: Enrique Barrios.








Fin del primer tratado de "Religión".

2 comentarios:

Lobo_Azul dijo...

Resumen de todo ese post: "(...)cuando estaba en tercero básico, leía los libros que tocaban en el octavo nivel, a voluntad."

Lo tuyo no fue rebeldía, fue razonamiento puro y duro. Por algo dicen que la forma más rápida de dejar de ser religioso es, justamente, leer la Biblia (pero leerla de verdad)

Te lo dice un ateo de padres católicos, al que le escondían los libros cuando niño, por temor a que me arruine los ojos de tanto esfuerzo. Al menos mis padres toleraron y luego comprendieron mi forma de pensar.

Ah, como anécdota, en el colegio una vez la sub-directora me llamó "Damian" en frente de todos. ¿Adivina qué película estaba de moda? XD

Anónimo dijo...

Interesante post.
en mi caso creo que yo solo me aleje de la iglesia porque no le encontre caso a rezar y esas cosas.
luego pense que creia en dios pero no en la iglesia, ya ahora creo que solo creo en el poder del search engine de google.
haha y ese pastor todo un sabio. yo le hubiera dicho "FUCK YOU" que aunque obviamente reatificaria lo que dijo pues ya por lo menos te desquitas xDD