viernes, 31 de julio de 2009

Colorización

Como véis, he cambiado un tanto - un bueeeen tanto - el estilo de mi blog. Si, creo que las cosas que me están ocurriendo, junto con las que estoy leyendo y viendo, me han hecho reflexionar.

Y claro, este sitio habla de mi, de mis sueños, mis ilusiones, mis pensamientos y experiencias de vida, entonces decidí que era hora de hacer un cambio :3

Ok, taaan grande el cambio no ha sido, jeje. Este sigue con negro predominante con tonaidades rosa, violetas y rojos de acompañante, pero le he añadido una tonalidad más: el verde. Veamos que significan cada uno y como se aplican a mi actual modo de ver y vivir las cosas:


NEGRO .- Es lo opuesto a la luz, concentra todo en si mismo, es el colorido de la disolución, de la SEPARACIÓN, de la TRISTEZA. Puede determinar todo lo que está escondido y velado: MUERTE, ASESINATO, NOCHE. También tiene sensaciones positivas como: SERIEDAD, NOBLEZA, PESAR.

ROSA .- El dicho popular: "lo ves todo de color de rosa", refleja fielmente su significado: INGENUIDAD, BONDAD, TERNURA, BUEN SENTIMIENTO, AUSENCIA DE TODO MAL.

VIOLETA .- Es el color que indica ausencia de tensión. Puede significar: CALMA, AUTOCONTROL, DIGNIDAD, ARISTOCRACIA y también VIOLENCIA, AGRESIÓN PREMEDITADA, ENGAÑO.

ROJO .- Es un color que parece salir al encuentro, adecuado para expresar la alegría entusiasta y comunicativa. Es el mas excitante de los colores, puede significar: PASIÓN, EMOCIÓN, ACCIÓN, AGRESIVIDAD, PELIGRO.

VERDE .- Reservado y esplendoroso. Es el resultado del acorde armónico entre el cielo -azul- y el Sol -amarillo- . Es el color de la ESPERANZA. Y puede expresar: NATURALEZA, JUVENTUD, DESEO, DESCANSO, EQUILIBRIO.


Uff, creo que solo en el rojo me ha tocado la descripción completa... no está del todo mal, ¿o si?

En cuanto al verde, pues si, tiene toda la razón, sobre todo en la parte de "descanso", que me ha venido de perillas en estas vacaciones de invierno todo lo relacionado con el verde.

Lástima que los árboles estén desnudos =/ ... pero verde queda aún mi hermoso Calle - Calle, verde y sereno, como siempre.

Os dejo toda la lista que puedo para que si se les da la gana, lo comparen con los colores de sus blogs o los que les gusten ^^


AZUL .- Es un color reservado y que parece que se aleja. Puede expresar: CONFIANZA, RESERVA, ARMONÍA, AFECTO, AMISTAD, FIDELIDAD, AMOR.

AMARILLO .- Irradia siempre en todas partes y sobre toda las cosas, es el color de la luz y puede significar: EGOÍSMO, CELOS, ENVIDIA, ODIO, ADOLESCENCIA, RISA, PLACER.

ANARANJADO .- Es el color del fuego flameante, ha sido escogido como señal de precaución. Puede significar: REGOCIJO, FIESTA, PLACER, AURORA, PRESENCIA DE SOL.

BLANCO .- Es la luz que se difunde (no color). Expresa la idea de: INOCENCIA, PAZ. INFANCIA, DIVINIDAD, ESTABILIDAD ABSOLUTA, CALMA, ARMONÍA. Para los Orientales es el color que indica la muerte.

GRIS .- Es el color que iguala todas las cosas y que deja a cada color sus características propias sin influir en ellas, puede expresar: DESCONSUELO, ABURRIMIENTO, PASADO, VEJEZ, INDETERMINACIÓN, DESANIMO.


jueves, 30 de julio de 2009

Lucybell - Mil caminos





Hace unos días que oí esta canción en radio Rock&Pop y la he traído pegada desde entonces. Creo que es por los dos primeros versos, me atraen, me recuerdan a las historias de amor vampírico que he leído. (L)



Al fin, podré comer,
beber de tus latidos
al fin podré reírme
con tus risas violéntame
sonríeme

al fin creeré
que puedes controlar tu paz
seguro que al fin creeré
creeré que puedes salvarme
sonríe
puedes ser mi alma sonríeme
Al fin creeré
que puedes controlar tu paz
seguro que al fin creeré,
creeré que puedes salvarme
sonríe
puedes ser mi alma
seguro que tu puedes ser mi alma
calma

puedes ser mi alma
seguro que tu puedes
ser mi alma calma
calma

al final de mil caminos
siempre habrá desvíos
al final de mil caminos
decido te sigo

Más de Lestat

6 am.

Entre Bring me to Life y Radiohead terminé de leer El Ladrón de Cuerpos.

Una nueva visión de Lestat viene a mí, la imagen de un ser egoísta, cruel e inmaduro, sin embargo le sigo amando. De hecho he comenzado a creer que haga lo que haga, voy a seguir queriéndole así, de la misma forma que amo sentir el calor del sol sobre mi piel y el efecto que sus rayos producen en el “Jardín Salvaje”.

Adoro de él su batalla interna con respecto a sus propósitos, pero sin duda lo que más aprecio de este personaje es la sutil forma en que convierte cada acto aberrante en uno de oscura bondad.

Sus actitudes me muestran, cada vez que le leo, que todo hecho o dicho tiene un doble significado.

Lo más terrible de esto ha sido darme cuenta de que esto último ¡ya lo sabía! Es tan solo una de las cosas que una persona sabe desde que tiene conciencia.

Para explicarme mejor, voy a tomar como ejemplo a un niño: cuando comete un error, una maldad, como dirían sus padres, ¿por qué lo hacen? ¿Qué los impulsa a hacerlo? No, no son espíritus inmundos como oí decir más de una vez, sino con seguridad, aquella tierna ignorancia de no saber lo que al mundo le parece correcto. Para ése niño sólo vale el existir y obrar, nada de dioses o falsa moralidad.


******* Minutos más tarde *******


¡Lestat representa lo que yo quiero ser! Oh, si él pudiera salir de esos párrafos un instante para decirle cuánto le amo y le odio por tener lo que anhelo...

¿Qué egoísta de mi parte, no? Desear que tal ser se me presente, que tenga la misericordiosa amabilidad de visitarme sólo para recibir en su resplandeciente y perfecto rostro los escupos de las imperfecciones que me ha hecho ver en mi misma...


******* Minutos más tarde *******


No hay caso conmigo... en unos minutos más comenzaré con la re-lectura de Crepúsculo ¡y sé que comenzaré a delirar en deseos de ser la “desafortunada” Bella Swan!

6:50 am

-_- ¡a dormir!

xD

domingo, 26 de julio de 2009

Queen of the Damned (La Reina de los Condenados)

Antes que nada, esto lo escribí el viernes por la noche, cuando tenía caído el internet (-.-)

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Cielos. Acabo de terminar de ver la película Queen of the Damned (La reina de los condenados) y he quedado completamente desilusionada; desde el comienzo casi he llorado de rabia al ver como cambiaron todo.


No soy una experta crítica de cine ni tampoco de literatura, pero si que tengo la suficiente inteligencia, como para decir que esta adaptación cinematográfica es demasiado comercial.


Aparte de fusionar dos importantes libros – Lestat el vampiro y La Reina de los Condenados -, hacer mal el trabajo de mantener el “basado en” cambiando las tramas, cambiando las apariencias de los personajes, los lugares, o sea casi absolutamente todo, ¡me han venido a cambiar la forma de ser del personaje principal!

Prometo que esto no será un ensayo de la vida y obra de Lestat de Lioncurt, pero si quisiera explayarme acerca de las características de este... ¿personaje?



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Aviso 1

¡¡SPOILERS!!

Si quieren leer los libros, háganlo ya, sólo al leer esto se van a dar cuenta de lo que hablo.


Aviso 2

Cuando escribo en MAYÚSCULAS, imagínenme gritando. Ni hablar de cuando está en negrilla. Las cursivas entre paréntesis son comentarios raros por mi parte, si quieren, pueden omitirlos xD



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Lestat de Lioncurt

Francés

20 años de edad al morir o renacer, como queráis llamarlo, pero el preferiría el concepto “morir”.

Cabellera rubia de rizos dóciles, chispeantes ojos azules, piel pálida y perfecta, marmoleada, casi brillosa.

Hombre creado en épocas de cambio, como lo definió una vez Marius, creador de Armand (o Amadeo).

El mundo dejaba atrás la religión, dejando en el lugar de Dios, al hombre.

Lestat, joven inmaduro, de carácter fuerte, aventurero, amante de las artes, el lujo, la vida en sí. Apasionado por naturaleza, impulsivo, arrogante, sin embargo, sensible.

Robado del teatro por Marcus, quien lo destina a ser vampiro y se autodestruye dejándolo sin tutela la misma noche.

Tiene sentimientos encontrados con su madre, que luego transforma en la primera de sus varios hijos inmortales. Sufre porque la ama, sin embargo, no puede soportar tenerla cerca, al igual que le ocurre con Louis y la pequeña Claudia, error y acierto a la vez para él.




Diferencias de Lestat Cruise y Lestat Townsend


Si bien el Lestat representado por Cruise es más cruel, impulsivo, violento, se acerca mucho más al Lestat de Lioncurt de Anne Rice tanto en personalidad como en apariencia física. La película en sí está bien hecha, puesto que el Lestat Cruise es tal cual lo ve Louis, aunque luego se demuestra, en los siguientes libros, que no es su real forma de ser.


El representado por Townsend me ha dejado con gusto a poco, sin dejar de destacar que sus cabellos no poseen los rizos dorados con los que sueño cada noche (?) y sus ojos no destellan de un hermoso azul cascada (no, azul río ya me aburrió... o digamos que... esa característica es de otra... bah u.ú... ¡y las cascadas son más impetuosas! *O*), la forma de ser de este Lestat es oscuramente malvada y dependiente. ¡La manera en que se deja visiblemente manejar por Akasha es lo más estúpido que he visto!


Si bien es cierto que en los libros, el de Lioncurt amó a La Madre, siempre, hasta el fondo de su... ¿corazón? (no, definitivamente a él no le gustaría este término, se autodefine más duro de lo que es como para decir que tiene un cursi corazón xD), no, bueno, de su ser (“así se ve mucho mejor”, susurra Lestat a mi oído)... ¿y decía? Ah, cierto, que él la amaba, pero sabía que la forma de tomar las cosas bajo su mando no eran las correctas (en realidad es más complejo que esto, pero tengo sueño, no quisiera alargar más aún esto -.-).


Lestat Townsend es demasiado manejable, casi me dio la impresión de que si aquel Lestat se me aparecía, simplemente me quedaba guiñar un ojo o chasquear los dedos y me regalaba un palacio, el Don Oscuro y decenas de víctimas inocentes... ¬¬ pues no, ¡LESTAT ES MÁS QUE UN MUÑECO BEBEDOR DE SANGRE!

¡Ohh! ¿Y la abominable eliminación de la historia de las Gemelas Pelirrojas? Nada... Maharet quedó como una simple vampiro creada por Akasha (esto según la película, pues en realidad La Madre jamás se hubiera ensuciado las manos ni la boca entregando el Don Oscuro a aquella hechicera) y encima luego se convirtió en estatua ¡Yo quería ver a Mekare dándole una paliza a La Reina y verla consumir sus órganos! (Aunque en realidad siempre estuve del lado de Akasha xD ).



¡Demonios! Podría seguir toda la noche criticando sin parar esta pésima adaptación de tales obras literarias.

Obviamente esto escrito acá lo van a leer con suerte un par de personas (gracias por darse la lata xD) y que jamás una productora va a tomar en cuenta consejos de aficionados, pero en serio, WARNER: TODO EL MUNDO SABE QUE HACER UNA ADAPTACIÓN DE 1 LIBRO ES DIFÍCIL, PUESTO QUE HAY QUE RESUMIR DEMASIADO, Y ALGUN PAR DE CAMBIOS Y ELIMINACIONES SIEMPRE SON NECESARIOS PUES POR ALGO ES EL “BASADO EN”, ENTONCES ¿POR QUÉ SE ARRIESGARON, PEOR AÚN, AL JUNTAR 2 LIBROS EN UNA PELÍCULA QUE DURÓ POCO MÁS DE 90 MINUTOS?





Si he sido demasiado agresiva, lo siento, quizá sea mi educación literaria la que me ha puesto así, quizá mi temperamento impulsivo sea como lo es el de Lestat... o quizá ya he sido mordida por un vampiro y sé lo que se siente ser ridiculizado de ésta forma... quién sabe.


Gracias de nuevo por darse la maña de leer


Besos sangrientos



Akasha Von Teese


martes, 21 de julio de 2009

Cataclismo - Cap. 1 De vuelta a... ¿Europa?

Miedo. Era mucho más fuerte y arraigado que lo que había sentido durante la cacería de Victoria, o inclusive, que durante el día en que la guerra entre su familia y los Volturi estuvo a punto de estallar.

Sentía que cada músculo se le había desgarrado y su piel estaba llena de tenues cicatrices donde, seguramente, hace un par de horas había tenido heridas profundas.

- Reneesme… Edward – susurró casi imperceptiblemente.

Era obvio, su cuerpo se recuperaba muy rápidamente, el ser vampiro le daba esa ventaja, sin embargo su mente estaba tan confundida, que hasta su verdadero ser había olvidado lo que era en verdad.

- Es realmente insólito que pudieras sobrevivir a tal accidente.

La castaña, tras decir esto, tomó con suavidad la mano de Bella entre las suyas, soltándola de inmediato al sentir la tersa y fría piel de la joven.

- ¡Merlín! Tu piel es… eres un vampiro, ¿no es cierto? – Dijo titubeando.

El corazón de Hermione se volvió a acelerar por centésima vez desde el cataclismo. Su boca se resecó rápidamente y había comenzado a sudar frío, humedeciendo nuevamente las ropas de gala que traía.

Caminó por entre el barro hacia atrás, sin dejar de ver a la vampiro que reposaba cuál ángel, sobre un gran tronco que quizá el viento había arrojado al campo.

Aterrorizada, seguía retrocediendo, sin fijarse por donde sus pies pisaban, cuando una raíz se enredó en su descalzo pie derecho, haciéndola caer casi de lleno en la fogata que abrigaba a ambas.

Seguramente hubiera estado ya retorciéndose entre las llamas si aquellos fuertes brazos no la hubieran aferrado a tiempo.

- Hermione, por favor, tranquilícese. No le haremos daño. Soy Edward Cullen, muchas gracias por haber ayudado a mi esposa.

Aquella castaña tenía unos ojos llenos de vida, su rostro estaba cubierto de pecas, y sus mejillas, pese al frío, tenían un hermoso color carmesí que las entintaba cálidamente.

Apenas había notado que seguía abrazándola, cuando ella hizo una leve carraspera para que se diera cuenta del hecho.

- Su… ¿su esposa, ha dicho? – Dijo ella, aún hipnotizada por aquellos ojos dorados que la observaban con vacilante interés. – ¿Cómo ha averiguado mi nombre?

- Soy… un vampiro, señorita, ¡perdón! señora – rectificó sacudiendo la cabeza un poco -, tengo la capacidad de leer la mente.

Al terminar de pronunciar estas palabras, Edward sintió cómo una extraña, pero a la vez conocida atmósfera se cernía entre la mente de Hermione y él. Al girarse hacia su izquierda pudo ver a una muy recuperada Isabella de pie, mirándole como si quisiese sacarle los ojos.

La vampiro caminó hacia el lado de Hermione y suavemente y con elegancia, pasó su brazo por sobre el hombro de la castaña de enmarañada cabellera.

- ¡Edward Anthony Cullen! Qué falta de respeto el leerle así la mente a esta mujer que me ha cuidado como TÚ no has hecho.

- Bella, querida, no te encontraba. Te dije que no soltaras mi mano.

Los dorados ojos de Bella refulgieron fugazmente. Error en lo último dicho y Edward lo sabía.

- Y yo te dije que no dejáramos a Reneesme sola con Jacob en Forks.

Hermione se sentía cada vez más mal tercio, miraba inquieta hacia uno y otro lado, sintiendo cómo los ánimos se iban agitando cada vez más. Tenía miedo, había leído algunas cosas acerca de vampiros, pero jamás se había imaginado que entre ellos también pudiera haber matrimonios, ni menos grandes familias, como demostraban de ser parte Edward y Bella.

La mujer se veía fiera, sus ojos cada vez brillaban más, casi tanto como el fuego de la fogata. La castaña se soltó suavemente de su duro abrazo de camaradería y tomando entre sus manos su varita gritó:

- ¡Desmaius!

Edward contempló maravillado y aterrorizado a la vez el cómo su mujer se callaba y quedaba congelada en el suelo tras aquel simple embrujo. Miró a Hermione con evidente confusión en su rostro, sin embargo le regaló una de aquellas perladas sonrisas ladeadas que podían derretir hasta al corazón más antártico.

- Antes yo podía emplear mis labios para hacer aquello, pero últimamente no había estado dando resultado, gracias a su inocente e incontrolable capacidad de bloquearme su mente para que yo no sepa si le gusta o no lo que hago.

Aquella sonrisa fue como un ungüento para ella. Más tranquila que hacía medio minuto atrás, respiró profundamente y exhaló dejando todo miedo fuera.

Agitó descuidadamente su varita entre sus manos, sacando de ella sin querer, unas hermosas luces azules que reflejaban su estado anímico y la aceptación del cumplido que el joven Cullen le había hecho.

Cuando le miró nuevamente al rostro, notó su mirada demasiado apesadumbrada perdida en el cielo grisáceo, y pese a la fina perfección de los rasgos de su rostro, se reflejaba en sus dorados ojos y los purpúreos labios apretados, la angustia y preocupación.

Era demasiado confusa y atemorizante la situación en la que se encontraba, en medio de lo que fuera un gran prado hace un par de horas, donde sillas hechas trizas parecían sembradas por el lugar. Manteles blancos seguían el curso del viento cientos de metros sobre su cabeza, y otros, adornando los pocos árboles que quedaban en pie.

Reparó también en el vestuario de Edward y Bella. Sus ropas eran de cortes delicados y finas telas, pero de modelos bastante simples, sin extravagancias. Los pies de ambos estaban aún calzados, en cambio los de ella, descalzos y sucios, la hacían sentir inferior.

Sus zapatos, sus bellos tacones de cuero blanco que Ron le había regalado para su cumpleaños, los había perdido, al igual que a él.

- Señora, disculpe, ¿podría usted devolverle la vida a mi esposa? Creo que me volveré loco si no vuelvo a oír su voz, ya sabe, pese a lo que podamos discutir, le amo.

Oír esto último fue el detonante de su pena, sus ojos se humedecieron, nublando su vista. No podía dejar de olvidar el cómo las grises aguas se habían tragado frente a ella a su esposo y que lo había perdido por siempre.

Se sentó bruscamente en un tronco que tenía acomodado junto al fuego y comenzó a llorar desesperadamente, pero en silencio. Agitó su varita, y tras susurrar un simple hechizo, siguió con su arrojo de llanto.

Bella volvió en sí, sin comprender nada de lo que estaba ocurriendo, puesto que el ver a aquella castaña que la había cuidado desde que la encontró llorando desconsoladamente, lo único que se le ocurrió fue que quizá Edward le había ofendido de alguna manera.

- Edward, ¿será que tú…?

No alcanzó a terminar su frase, cuando sintió los brazos de él rodeando amorosamente su cuerpo, levantándolo. Fue cuando realmente despertó a la realidad, el mundo que ella conocía ya no existía más, y no conocía la causa.

Lo peor y más doloroso para ella, fue percatarse de que no había más vida a su alrededor que la de ellos tres.

No quería pronunciar palabra, y por si acaso, bajó su escudo y dejó que su esposo leyera su mente.

- No querida – dijo él en un susurro imperceptible por oídos humanos – No percibo la presencia ni la mente de nadie más a nuestro alrededor.

- “Necesito saber cómo se encuentra mi hija, necesito aferrar sus manos entre las mías, dime que ella está bien” – pensó para Edward.

- Ella lo está, seguro que está bien, junto a Jacob. Él me juró que la cuidaría. – Dijo en un susurro, aún entre los cabellos de su mujer, intentando convencerse también a sí mismo de lo que afirmaba con tan aparente seguridad.

Se desenredó con delicadeza de las pequeñas hebras suaves que nacían de la hermosa cabeza de Bella y miró hacia donde estaba Hermione, que no paraba de llorar, deseando poder expresar así también su pesar.

La vampiro le miró a los ojos con evidente sorpresa y ansiedad, pero por no querer asustar a la joven prefirió seguir con aquella silenciosa conversa entre pensamientos y susurros.

- “Estoy sintiendo algo, Edward, se acerca rápidamente. Diría que es… es algo, no humano, pero tampoco como nosotros”.

- ¿Licántropo, querrás decir? – Le preguntó él, con un nudo en la garganta.

Era prácticamente imposible que hubiera alguno de la manada en aquel lugar, todos se encontraban en EEUU, en Forks. No cabía duda de que aquella presencia, que él también estaba comenzando a sentir, estaba fuera de los parámetros de lo normal.

Observó con creciente preocupación hacia el ya oscurecido cielo. Se había hecho de noche y tenía que buscar al resto de su familia… si es que habían sobrevivido al accidente.

Los recuerdos de los gritos pasaban ahora por su mente. Los gritos, el viento aullando por entre las ventanas quebradas y a… no quería recodarlo, le dolía demasiado la aterradora imagen de la pequeña y menuda Alice siendo absorbida por una de aquellas ventanas quebradas del avión y arrojada a la nada.

Y luego, una profunda paz. Como si todo aquello no estuviera ocurriendo. Ya nadie gritaba y sólo había luz a su alrededor.

- ¡Estamos en un huracán! – La voz de Carlisle resonaba potente en aquel silencio devastador – ¡No se suelten por nada!

Su padre aferrándose a un asiento, a su lado, presa del pánico, Esme. Un poco más adelante Rosalie y Emmett, y más atrás de él y Bella debían estar Alice y

- ¡Jasper! ¡Aléjate de la ventana!

El vampiro los miró a cada uno con una mezcla de tristeza y cariño en sus ojos, que se mostraban negros, sin vida.

- ¡No, Jasper! – gritó Emmett

Pero ya no quedaba nada que hacer. Jasper había saltado por la misma ventana del otro pasillo que había absorbido a Alice y nada más se podía hacer que esperar a que el avión llegase a algún sitio donde pudieran salir todos y buscar a sus hermanos, aunque pasasen años en aquella empresa.

Un grito terrorífico lo sacó de aquellos terribles recuerdos. Un joven de cabello largo y rubio estaba abrazando a Hermione por la espalda. El grito había sido de ella, sin duda.

Soltó a Bella, poniéndola tras él, protector, como siempre, a lo que su esposa respondió con un gruñido, poniéndose a su lado. Había olvidado lo fuerte que ahora era su mujer, con la sangre de vampiro recorriendo sus venas.

Hermione miraba a ambos aterrada desde su asiento improvisado, y la figura delgada del joven de cabellos rubios levantó la cabeza del delicado hombro de la castaña, dejando ver su pálido rostro que parecía iluminarse como un espejo al reflejar las llamas frente a él.

- No quiero dañaros, estoy tan asustado con todo esto como ustedes, no tienen idea. He perdido a Louis, mi adorado compañero, mi luz, mi amante. Venía conmigo a Inglaterra, siguiendo las sombras, pero los vientos azotaron tan fuerte que me lo arrancó de los brazos y me desgarró los músculos, impidiéndome salir tras su búsqueda. Soy Lestat de Lioncurt.

Dicho esto, soltó a Hermione y se incorporó, haciendo una elegante reverencia a los tres seres que lo contemplaban congelados en su sitio.

- Una humana y… perdón, ¿ustedes qué son? – Dijo, mostrando sus blancos dientes, de los cuales destacaban unos largos y filosos colmillos.

El pálido rostro estaba surcado por finas líneas sanguinolientas, como lágrimas. Sus ropas eran modernas, ostentosas. Con un pantalón de tela negra y delicado corte francés y una camisa a medio abotonar color amarillo suave. Sus zapatos de cuero negro brillaban a la tenue luz de la fogata, pero no más que sus resplandecientes ojos azules.

Viendo que no le contestaban, se acercó a la pareja que lo miraba con cautela, extendiendo una de sus manos, intentando parecer inofensivo, pero tanto su piel, su cuerpo completo, como sus modos de moverse, demostraban que era peligroso, o al menos eso notaba Edward.

- Señora Hermione, puede usted acercarse a sus amigos a protegerse, si lo desea, pero ellos están tan fríos como yo y puedo ver en sus ojos las mismas ansias mías de… beber. Lamentablemente no traigo esta noche ni brandy ni coñac, pero quizá usted pueda proveernos de algo.

Edward estaba presintiendo el peligro, por lo que intervino rápidamente, contestando a lo que Lestat había preguntado con anterioridad.

- Me llamo Edward Cullen. Ésta hermosa mujer que vez a mi lado es mi esposa, Isabella Cullen, y ella es Hermione Granger, quien encontró a mi mujer en este lugar.

- Si, lo sé, Edward, lo vi en tu mente antes de que lo dijeras ¿Me temen?

Lestat se mostraba bastante divertido con la conversación. Sus intenciones no era dañarlos, para nada. Ni siquiera pretendía tocarles un pelo. Eran los primeros seres conscientes con los que se había topado luego de perder a Louis en el huracán.

- Por favor, Lestat, vete. – Pidió suplicante Bella, con un deje de miedo en su voz.

- Disculpe señora, mi deseo no es molestarles con mi presencia, pero sus corazones no me están diciendo la verdad de lo que son. ¿Vampiros? ¿Cómo puede ser posible? Sus corazones no laten como el mío, sin embargo siento en ambos las ansias de beber sangre.

- Así es, somos vampiros – repuso Edward – Tuvimos un accidente, viajábamos hacia EEUU en el avión de mi padre y hemos sido atrapados por un huracán.

- ¡El avión! ¡La niña! – Por la mente de Lestat pasó una fugaz visión de una joven pequeña que yacía inconsciente en uno de los campos devastados. Su corazón no latía, por esto, Lestat no había acudido en su ayuda.

- Le vi caer, a la pequeña joven con sus negros cabellos cortados en punta, creí que no había sobrevivido. Pero aún no acabo de comprender cómo es posible que sus corazones no latan. Yo soy un vampiro, sin embargo me siento tan o más vivo que un ser humano.

Hermione, que estaba aún parada entre Edward y Lestat, dejó salir un gemido por entre sus suaves y rosados labios. Algo se había movido entre el bosque y ella con todo el valor que le quedaba, se aferró a su varita y gritó:

- ¡Patronus!

Una brillante figura con forma de nutria salió de su varita, iluminando el lugar y dejando ver a quien se comenzaba a levantar de entre las ramas y el barro.

- ¡Carlisle! – exclamaron Edward y Bella mientras acudían en su ayuda.

Miedo. Era mucho más fuerte y arraigado que lo que había sentido durante la cacería de Victoria, o inclusive, que durante el día en que la guerra entre su familia y los Volturi estuvo a punto de estallar.

Sentía que cada músculo se le había desgarrado y su piel estaba llena de tenues cicatrices donde, seguramente, hace un par de horas había tenido heridas profundas.

- Reneesme… Edward – susurró casi imperceptiblemente.

Era obvio, su cuerpo se recuperaba muy rápidamente, el ser vampiro le daba esa ventaja, sin embargo su mente estaba tan confundida, que hasta su verdadero ser había olvidado lo que era en verdad.

- Es realmente insólito que pudieras sobrevivir a tal accidente.

La castaña, tras decir esto, tomó con suavidad la mano de Bella entre las suyas, soltándola de inmediato al sentir la tersa y fría piel de la joven.

- ¡Merlín! Tu piel es… eres un vampiro, ¿no es cierto? – Dijo titubeando.

El corazón de Hermione se volvió a acelerar por centésima vez desde el cataclismo. Su boca se resecó rápidamente y había comenzado a sudar frío, humedeciendo nuevamente las ropas de gala que traía.

Caminó por entre el barro hacia atrás, sin dejar de ver a la vampiro que reposaba cuál ángel, sobre un gran tronco que quizá el viento había arrojado al campo.

Aterrorizada, seguía retrocediendo, sin fijarse por donde sus pies pisaban, cuando una raíz se enredó en su descalzo pie derecho, haciéndola caer casi de lleno en la fogata que abrigaba a ambas.

Seguramente hubiera estado ya retorciéndose entre las llamas si aquellos fuertes brazos no la hubieran aferrado a tiempo.

- Hermione, por favor, tranquilícese. No le haremos daño. Soy Edward Cullen, muchas gracias por haber ayudado a mi esposa.

Aquella castaña tenía unos ojos llenos de vida, su rostro estaba cubierto de pecas, y sus mejillas, pese al frío, tenían un hermoso color carmesí que las entintaba cálidamente.

Apenas había notado que seguía abrazándola, cuando ella hizo una leve carraspera para que se diera cuenta del hecho.

- Su… ¿su esposa, ha dicho? – Dijo ella, aún hipnotizada por aquellos ojos dorados que la observaban con vacilante interés. – ¿Cómo ha averiguado mi nombre?

- Soy… un vampiro, señorita, ¡perdón! señora – rectificó sacudiendo la cabeza un poco -, tengo la capacidad de leer la mente.

Al terminar de pronunciar estas palabras, Edward sintió cómo una extraña, pero a la vez conocida atmósfera se cernía entre la mente de Hermione y él. Al girarse hacia su izquierda pudo ver a una muy recuperada Isabella de pie, mirándole como si quisiese sacarle los ojos.

La vampiro caminó hacia el lado de Hermione y suavemente y con elegancia, pasó su brazo por sobre el hombro de la castaña de enmarañada cabellera.

- ¡Edward Anthony Cullen! Qué falta de respeto el leerle así la mente a esta mujer que me ha cuidado como TÚ no has hecho.

- Bella, querida, no te encontraba. Te dije que no soltaras mi mano.

Los dorados ojos de Bella refulgieron fugazmente. Error en lo último dicho y Edward lo sabía.

- Y yo te dije que no dejáramos a Reneesme sola con Jacob en Forks.

Hermione se sentía cada vez más mal tercio, miraba inquieta hacia uno y otro lado, sintiendo cómo los ánimos se iban agitando cada vez más. Tenía miedo, había leído algunas cosas acerca de vampiros, pero jamás se había imaginado que entre ellos también pudiera haber matrimonios, ni menos grandes familias, como demostraban de ser parte Edward y Bella.

La mujer se veía fiera, sus ojos cada vez brillaban más, casi tanto como el fuego de la fogata. La castaña se soltó suavemente de su duro abrazo de camaradería y tomando entre sus manos su varita gritó:

- ¡Desmaius!

Edward contempló maravillado y aterrorizado a la vez el cómo su mujer se callaba y quedaba congelada en el suelo tras aquel simple embrujo. Miró a Hermione con evidente confusión en su rostro, sin embargo le regaló una de aquellas perladas sonrisas ladeadas que podían derretir hasta al corazón más antártico.

- Antes yo podía emplear mis labios para hacer aquello, pero últimamente no había estado dando resultado, gracias a su inocente e incontrolable capacidad de bloquearme su mente para que yo no sepa si le gusta o no lo que hago.

Aquella sonrisa fue como un ungüento para ella. Más tranquila que hacía medio minuto atrás, respiró profundamente y exhaló dejando todo miedo fuera.

Agitó descuidadamente su varita entre sus manos, sacando de ella sin querer, unas hermosas luces azules que reflejaban su estado anímico y la aceptación del cumplido que el joven Cullen le había hecho.

Cuando le miró nuevamente al rostro, notó su mirada demasiado apesadumbrada perdida en el cielo grisáceo, y pese a la fina perfección de los rasgos de su rostro, se reflejaba en sus dorados ojos y los purpúreos labios apretados, la angustia y preocupación.

Era demasiado confusa y atemorizante la situación en la que se encontraba, en medio de lo que fuera un gran prado hace un par de horas, donde sillas hechas trizas parecían sembradas por el lugar. Manteles blancos seguían el curso del viento cientos de metros sobre su cabeza, y otros, adornando los pocos árboles que quedaban en pie.

Reparó también en el vestuario de Edward y Bella. Sus ropas eran de cortes delicados y finas telas, pero de modelos bastante simples, sin extravagancias. Los pies de ambos estaban aún calzados, en cambio los de ella, descalzos y sucios, la hacían sentir inferior.

Sus zapatos, sus bellos tacones de cuero blanco que Ron le había regalado para su cumpleaños, los había perdido, al igual que a él.

- Señora, disculpe, ¿podría usted devolverle la vida a mi esposa? Creo que me volveré loco si no vuelvo a oír su voz, ya sabe, pese a lo que podamos discutir, le amo.

Oír esto último fue el detonante de su pena, sus ojos se humedecieron, nublando su vista. No podía dejar de olvidar el cómo las grises aguas se habían tragado frente a ella a su esposo y que lo había perdido por siempre.

Se sentó bruscamente en un tronco que tenía acomodado junto al fuego y comenzó a llorar desesperadamente, pero en silencio. Agitó su varita, y tras susurrar un simple hechizo, siguió con su arrojo de llanto.

Bella volvió en sí, sin comprender nada de lo que estaba ocurriendo, puesto que el ver a aquella castaña que la había cuidado desde que la encontró llorando desconsoladamente, lo único que se le ocurrió fue que quizá Edward le había ofendido de alguna manera.

- Edward, ¿será que tú…?

No alcanzó a terminar su frase, cuando sintió los brazos de él rodeando amorosamente su cuerpo, levantándolo. Fue cuando realmente despertó a la realidad, el mundo que ella conocía ya no existía más, y no conocía la causa.

Lo peor y más doloroso para ella, fue percatarse de que no había más vida a su alrededor que la de ellos tres.

No quería pronunciar palabra, y por si acaso, bajó su escudo y dejó que su esposo leyera su mente.

- No querida – dijo él en un susurro imperceptible por oídos humanos – No percibo la presencia ni la mente de nadie más a nuestro alrededor.

- “Necesito saber cómo se encuentra mi hija, necesito aferrar sus manos entre las mías, dime que ella está bien” – pensó para Edward.

- Ella lo está, seguro que está bien, junto a Jacob. Él me juró que la cuidaría. – Dijo en un susurro, aún entre los cabellos de su mujer, intentando convencerse también a sí mismo de lo que afirmaba con tan aparente seguridad.

Se desenredó con delicadeza de las pequeñas hebras suaves que nacían de la hermosa cabeza de Bella y miró hacia donde estaba Hermione, que no paraba de llorar, deseando poder expresar así también su pesar.

La vampiro le miró a los ojos con evidente sorpresa y ansiedad, pero por no querer asustar a la joven prefirió seguir con aquella silenciosa conversa entre pensamientos y susurros.

- “Estoy sintiendo algo, Edward, se acerca rápidamente. Diría que es… es algo, no humano, pero tampoco como nosotros”.

- ¿Licántropo, querrás decir? – Le preguntó él, con un nudo en la garganta.

Era prácticamente imposible que hubiera alguno de la manada en aquel lugar, todos se encontraban en EEUU, en Forks. No cabía duda de que aquella presencia, que él también estaba comenzando a sentir, estaba fuera de los parámetros de lo normal.

Observó con creciente preocupación hacia el ya oscurecido cielo. Se había hecho de noche y tenía que buscar al resto de su familia… si es que habían sobrevivido al accidente.

Los recuerdos de los gritos pasaban ahora por su mente. Los gritos, el viento aullando por entre las ventanas quebradas y a… no quería recodarlo, le dolía demasiado la aterradora imagen de la pequeña y menuda Alice siendo absorbida por una de aquellas ventanas quebradas del avión y arrojada a la nada.

Y luego, una profunda paz. Como si todo aquello no estuviera ocurriendo. Ya nadie gritaba y sólo había luz a su alrededor.

- ¡Estamos en un huracán! – La voz de Carlisle resonaba potente en aquel silencio devastador – ¡No se suelten por nada!

Su padre aferrándose a un asiento, a su lado, presa del pánico, Esme. Un poco más adelante Rosalie y Emmett, y más atrás de él y Bella debían estar Alice y

- ¡Jasper! ¡Aléjate de la ventana!

El vampiro los miró a cada uno con una mezcla de tristeza y cariño en sus ojos, que se mostraban negros, sin vida.

- ¡No, Jasper! – gritó Emmett

Pero ya no quedaba nada que hacer. Jasper había saltado por la misma ventana del otro pasillo que había absorbido a Alice y nada más se podía hacer que esperar a que el avión llegase a algún sitio donde pudieran salir todos y buscar a sus hermanos, aunque pasasen años en aquella empresa.

Un grito terrorífico lo sacó de aquellos terribles recuerdos. Un joven de cabello largo y rubio estaba abrazando a Hermione por la espalda. El grito había sido de ella, sin duda.

Soltó a Bella, poniéndola tras él, protector, como siempre, a lo que su esposa respondió con un gruñido, poniéndose a su lado. Había olvidado lo fuerte que ahora era su mujer, con la sangre de vampiro recorriendo sus venas.

Hermione miraba a ambos aterrada desde su asiento improvisado, y la figura delgada del joven de cabellos rubios levantó la cabeza del delicado hombro de la castaña, dejando ver su pálido rostro que parecía iluminarse como un espejo al reflejar las llamas frente a él.

- No quiero dañaros, estoy tan asustado con todo esto como ustedes, no tienen idea. He perdido a Louis, mi adorado compañero, mi luz, mi amante. Venía conmigo a Inglaterra, siguiendo las sombras, pero los vientos azotaron tan fuerte que me lo arrancó de los brazos y me desgarró los músculos, impidiéndome salir tras su búsqueda. Soy Lestat de Lioncurt.

Dicho esto, soltó a Hermione y se incorporó, haciendo una elegante reverencia a los tres seres que lo contemplaban congelados en su sitio.

- Una humana y… perdón, ¿ustedes qué son? – Dijo, mostrando sus blancos dientes, de los cuales destacaban unos largos y filosos colmillos.

El pálido rostro estaba surcado por finas líneas sanguinolientas, como lágrimas. Sus ropas eran modernas, ostentosas. Con un pantalón de tela negra y delicado corte francés y una camisa a medio abotonar color amarillo suave. Sus zapatos de cuero negro brillaban a la tenue luz de la fogata, pero no más que sus resplandecientes ojos azules.

Viendo que no le contestaban, se acercó a la pareja que lo miraba con cautela, extendiendo una de sus manos, intentando parecer inofensivo, pero tanto su piel, su cuerpo completo, como sus modos de moverse, demostraban que era peligroso, o al menos eso notaba Edward.

- Señora Hermione, puede usted acercarse a sus amigos a protegerse, si lo desea, pero ellos están tan fríos como yo y puedo ver en sus ojos las mismas ansias mías de… beber. Lamentablemente no traigo esta noche ni brandy ni coñac, pero quizá usted pueda proveernos de algo.

Edward estaba presintiendo el peligro, por lo que intervino rápidamente, contestando a lo que Lestat había preguntado con anterioridad.

- Me llamo Edward Cullen. Ésta hermosa mujer que vez a mi lado es mi esposa, Isabella Cullen, y ella es Hermione Granger, quien encontró a mi mujer en este lugar.

- Si, lo sé, Edward, lo vi en tu mente antes de que lo dijeras ¿Me temen?

Lestat se mostraba bastante divertido con la conversación. Sus intenciones no era dañarlos, para nada. Ni siquiera pretendía tocarles un pelo. Eran los primeros seres conscientes con los que se había topado luego de perder a Louis en el huracán.

- Por favor, Lestat, vete. – Pidió suplicante Bella, con un deje de miedo en su voz.

- Disculpe señora, mi deseo no es molestarles con mi presencia, pero sus corazones no me están diciendo la verdad de lo que son. ¿Vampiros? ¿Cómo puede ser posible? Sus corazones no laten como el mío, sin embargo siento en ambos las ansias de beber sangre.

- Así es, somos vampiros – repuso Edward – Tuvimos un accidente, viajábamos hacia EEUU en el avión de mi padre y hemos sido atrapados por un huracán.

- ¡El avión! ¡La niña! – Por la mente de Lestat pasó una fugaz visión de una joven pequeña que yacía inconsciente en uno de los campos devastados. Su corazón no latía, por esto, Lestat no había acudido en su ayuda.

- Le vi caer, a la pequeña joven con sus negros cabellos cortados en punta, creí que no había sobrevivido. Pero aún no acabo de comprender cómo es posible que sus corazones no latan. Yo soy un vampiro, sin embargo me siento tan o más vivo que un ser humano.

Hermione, que estaba aún parada entre Edward y Lestat, dejó salir un gemido por entre sus suaves y rosados labios. Algo se había movido entre el bosque y ella con todo el valor que le quedaba, se aferró a su varita y gritó:

- ¡Patronus!

Una brillante figura con forma de nutria salió de su varita, iluminando el lugar y dejando ver a quien se comenzaba a levantar de entre las ramas y el barro.

- ¡Carlisle! – exclamaron Edward y Bella mientras acudían en su ayuda.