lunes, 13 de julio de 2009

El alma perdida

Llevaba horas caminando así por aquel lugar, pies a rastras con un calzado caro, pero arruinado por el desgaste y la humedad. Brazos colgando a los lados de su cuerpo, moviéndose con un balanceo similar al de los zombies, el largo cabello castaño y semi ondulado tenía algunas hojas y ramas, y el pálido tostado de su piel no se distinguía a la luz de las estrellas debidoa la suciedad.
La capa de terciopelo verde musgo tenía varios agujeros, que la convertían casi en una red de pescar, por la que penetró un frío viento que calaba los huesos.

La morena estaba buscando un lugar donde reposar, pese a que aquel cementerio no era el más indicado, mejor hubiera sido llegar a alguno muggle, allí no encontraría en las tumbas tales maldiciones como encntraba a menudo en las mágicas: Velos de agua impalpables con coros tétricos diciéndole que si se atrevía a profanar aquella tumba, sus huesos serían expuestos en las extremidades y secados con sal; otras tenían simplemente una fotografía del o los difuntos que solían chillar en agudos tonos amenazas e insultos irrepetibles.

Se encontró en su andar con una especie de garita, de seguro de una familia bastante importante en el mundo mágico: "Malfoy" estaba inscrito en la parte superior de la entrada, cuyo paso estaba bloqueado por una llama de fuego verde que emitía un lastimero lamento al pasar cerca de ella.
La vampiro quiso sentir el calor de aquel fuego, e inocentemente accercó sus delgados dedos a él.

- ¡Aléjate, maldita! - gritó una voz de mujer - Ninguna vida ajena ni sangre que no sea Malfoy puede acercarse hasta acá sin ser exterminado, y tú no serás la excepción... pero

Sin tomar en cuenta la última palabra, sacó de un tirón su mano de allí, sintiendo cómo la pena y el dolor iban volviendo a su cuerpo, no podía concebir que hasta los muertos tuviern un lugar donde descanzar y alguien que vele sus eternos sueños y ella... nada, no poseía nada más que un vago recuerdo de unos hermosos ojos azules y rubias pestañas. Aparte de eso, ni si quiera tenía la certeza de que lo que viera cada vez que cerraba sus ojos fuera algo de lo que fuera su vida, tan sólo aquellos hermosos ojos que la hacían perderse por horas y luego despertaba con sed, hambre, frío y una gran tristeza.

No quedaba en ella ni el más mínimo orgullo, ni la mínima esperanza de tener una vida como la de aquellos que solía ver a través de las ventanas de sus casas mientras vagaba a altas horas de la noche.

- Algún día tendrá que acabar todo esto, sea como sea superaré mi miedo y daré fin a este tormento. - Dijo a aquellas llamas antes de retirarse a buscar "algo que hacer".

Quizá por encantamiento, o tal vez porque era la única voz que le parecía realmente humana, pero las palabras quedaron dando vueltas por su cabeza y las oía como un infinito eco en sus tímpanos.

- ...pero - Había dicho la voz. Se volvió impaciente y le preguntó, con voz suplicante, a qué se refería con aquel "pero".

- ...pero tú estuviste casada con un Malfoy... Angel - le dijo la voz, con una mezcla de burla y lástima - Sé de esa historia, y aquel Malfoy que fuera tu marido no debería verte por aquí, o te hará pasar peores males que los que yo podría hacerte al traicionar a alguien de la familia, aunque haya sido con su hermano.

- ¡Angel! - gritó la morena - ¡Angel, Angel, Angel! - Era ése su nombre y lo sentía tan bello, tan purificador que se iba olvidando del la suciedad de su cuerpo. Poco a poco fue sopesando las palabras del fuego verde y sintió que se secaba por dentro.

- Nath - dijo en un susurro, con sus ojos cerrados y viendo en su mente aquellos ojos que la había acompañado cada día y noche, aquellos que hacían que olvidara hasta lo que alguien jamás podría, que borraba todos los malos momentos por los cuales había pasado en estos meses.

No podía aguantar más el dolor, sentía que cada vez se volvía más loca al recordar las manos suaves de él tomando su cintura y jalándola hacia su cuerpo mientras le decía palabras cálidas al oído. Los recuerdos llegaron como torrentes y sin frenos a ella, haciéndole doblar las rodillas y caer al suelo en posición fetal.

Nath besándola; Nath llorando a su lado mientras ella dormía; los dorados cabellos de él desparramados por la cabecera; los azules de él brillando como nunca el día de su boda.

- Nath... Nath... - susurraba sin cesar.

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